18 de abril de 2005

Freewheelin´

La melena llena de luces de neón, anuncios en las páginas ocultas del periódico y una superpoblación de siempres, siempres saliendo en carretillas de una mina oscura o cayendo en paracaídas sobre los tejados del barrio, escaleras exteriores y ladrillos húmedos. El chico se deja agarrar el brazo por la chica, llueve y los dos caminan encogidos, como si quisieran protegerse de la tormenta, pero al mismo tiempo lo hacen por el centro de la calzada, una contradicción más. Ella dice “patria”, “hogar”, y el dice “frontera”, “pasaporte”. No pueden ser más distintos, como la tinta y el papel. Por eso se aprietan el uno al otro, son capaces de atravesarse durante cuarenta minutos y salir por la espalda, y no hay nadie más. Cuando caminan de esa forma las calles se vacían, en realidad todo se vuelve horizonte y no hay más que avanzar por la carretera, durante horas o tal vez vidas. Da igual si es de día o de noche, nadie se fija en los detalles, en el contorno, en la ropa. La ropa: el se abrocha la americana con prisa, podría ser primavera o tal vez invierno. Ella viste un abrigo verde, botas altas, es más prudente, consciente, más de este lado. Son una pareja de siempres, recién aterrizados, aún con jet lag y una única sonrisa. Una sonrisa en la que es fácil encontrarse, reconocerse, una sonrisa habitable. Es imposible no detenerse ante la imagen, tan sencilla como pronunciar amor, cerca, dentro. Las palabras más profundas son las más fáciles de pronunciar, pero las más difíciles de decir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Best regards from NY!
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