21 de febrero de 2005

apariciones

Al sur de Buenos Aires siempre hizo demasiado frío como para correr descalzos sobre la hierba. Aún así, tú sonreías junto a la máquina de tabaco en todos bares de mi calle. A veces jugabas a esconderte de mí en las escaleras mecánicas a través de postales sin sello, y yo te saludaba en la chica del abrigo marrón esperando de espaldas al semáforo. Tú preferías soñar, cerrar los ojos y apretarme las manos como una forma de pronunciarnos de cerca. Yo siempre cargaba con anclas oxidadas y me perdía en las gotas de lluvia que resbalan por besos paralelos en tu mapa y el mío. Cada vez que te busco encuentro una cura transitoria, una desnudez que desarma por su sinceridad. Es ese espíritu el que alimenta los colores de mi paleta, el que me hace sonreír ante completos desconocidos. Ya no hay nada que no te haga presente. Firmemente estás.