21 de abril de 2004
Rosas congeladas
Nos cansan las relaciones con ventanillas de banco como intermediarias, donde dar y recibir simultáneamente es tan difícil como huir por salidas de emergencia sin señalizar. Los desayunos en cafeterías con hilo musical nos roban las ganas de saltar la banca, y el humo de cien cigarrillos ensombrece la noche en las jugueterías de alquiler. Tenemos la sensación de que todo es demasiado complicado, y a menudo nos equivocamos. Borrar de la memoria el pomo de la puerta y la persiana bajada supone enfrentarse al espejo. Somos ladrones de sensaciones incompletas, recibiendo disparos que nunca pedimos: soltar el extremo del hilo sería nuestra condena.
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