21 de junio de 2009

termodinámica

Sonríes azul con alma de gata y al instante desarmas todos los argumentos secretos, mi pequeña colección de excusas no improvisadas para permanecer un minuto más junto a tu calma salvaje. Con el ritmo sincopado de tus palabras cálidas puedo transportarme a cualquier otro lugar, manteniendo la certeza inquebrantable de que al otro lado siempre encontraré tu mirada y esa especial capacidad para detener o acelerar el tiempo a tu antojo. En la mayoría de las ocasiones es así de sencillo: enciendes la llama y el resto del mundo se queda a oscuras, atrapado en una línea continua que vas dibujando con tu dedo índice. Y como una lluvia interminable vas ocupando todos los huecos sin moverte de la ventana; mientras, yo soy la intermitencia y el cuaderno en blanco, la duda nunca resuelta. Por eso nuestros abrazos siempre tienen algo de eclipse, de tormenta de verano que se desata con un gesto y de repente amaina. Todo tiene la importancia que quieras darle, así que abre el libro por una página al azar y dime la primera frase que veas. Esa será mi excusa favorita hasta mañana.

4 de junio de 2009

cartografía

pero el misterio, el verdadero misterio, está en otra parte. En el instante inmediatamente posterior, cuando ya te has ido pero aún queda tu halo, y puedo releer la huella de tu cuerpo sobre las sábanas y  sentir que todos los diques se rompen ante esa música callada que desprendes. Reconstruir el sueño. Tengo las yemas de los dedos heladas, pero mis manos están ardiendo. Mientras, escucho tus pasos perdiéndose calle abajo, e imagino la sonrisa en tus labios. El pelo agitándose desafiando el viento sur. Cerrando los ojos para evitar que se escape nuestro trocito de vida, alimentándonos las ganas sin fecha de caducidad ni promesas a la vuelta de la esquina. En ese momento toda tu presencia eterna se concentra en un único punto, implosionando en si bemol, y es entonces cuando me siento más cerca del centro. Cuando casi soy capaz de resolver el misterio.