27 de mayo de 2007

buscando red

Me he despertado pensándote. Un segundo antes de abrir los ojos, he escuchado el sonido de un mensaje tuyo en mi teléfono móvil, y casi he sido capaz de leer tus palabras sin necesidad de moverme: me cuentas que has conseguido reconquistar tu territorio, recuperar la libertad que se estaba desvaneciendo y dar un portazo a las lágrimas. Quería que lo supieras, escribes con tus letras que desearían ser un poco más verdes. Con los ojos aún cerrados te he dibujado sonriendo, con tus alas recobradas y una mirada cargada de esperanza. Y he pensado, por momentos así merece la pena despertar. Incluso a estas horas. En un día como éste. Me he girado y he comprobado el teléfono: apagado, como cada noche. La incertidumbre son unos cuantos segundos, unos pocos gestos: pulsar el botón verde, introducir la clave, y esperar. Nadie te explica cuánto tiempo debes esperar, hasta que por fin decides alejarte del silencio, para enfrentarte al nuevo día. Pensando en sueños y en impulsos. Pensando.

22 de mayo de 2007

america / quedémonos juntitos

Me gusta pensar que eres tú quien me deja sin palabras, te las apropias todas para hacerme enmudecer. Y yo me dejo, seguramente consciente de que la mejor forma de crecer es cerrar los ojos, escuchar tu voz y respirar hondo. Así que con tus palabras y las mías vas tejiendo un refugio inexpugnable, una fortaleza invisible desde el exterior. Porque no lo imaginas, pero cada una de tus palabras abre mil puertas, llenando mi silencio de ideas y derribando mis defensas. Y a ti siempre te parece mi postura la más cómoda, en tu universo infinito de abrazos y sonrisas, de presencias constantes, pero me gustaría que por un momento pudieras asomarte de este lado, sentir la luz que irradias: aquí todo es tú. Así que si no te importa, me quedaré un rato más, sumergido en tus ojos sin fondo, mientras tú sobrevuelas la habitación con tus sueños hechos palabras, convertidos en alimento.

15 de mayo de 2007

piedras y flores

A veces es inevitable verlas aparecer de nuevo, como en una película de serie B. Estás tratando de apurar las caladas, de plantearte cada día un malabarismo más complicado, y de repente se presentan ante ti, como si no hubiera pasado el tiempo. Son las sombras de una vida que decidiste no seguir, los reflejos que produce el sol sobre un cristal en la arena. Y no puedes esquivar sus golpes, prácticamente te pasan por encima y te quedas un poco con cara de entender absolutamente nada, sorprendido ante las malas artes con que juegan tus rivales. El problema se vuelve más serio cuando a diario ves esos retazos, breves cuchilladas de caminos que no tomaste. Aquella chica desapareció de tu vida para siempre, de eso puedes estar seguro, pero no pasa ni un solo día sin que la sientas cerca. Y recuerdas también la vez en que la moneda cayó de este lado y no del otro, y tal vez por eso ahora estás aquí y no a mil kilómetros, persiguiendo un mar distinto o sumergiéndote en él, nadie sabe si mejor o peor. Por eso te duelen las sombras, buscas la luz desesperadamente, y si tarda en aparecer, llegas a perder la poca esperanza que aún conservas. Somos tiradores sin bala en la recámara; nos aterroriza la idea de quedar al descubierto y desarmados en mitad de la refriega.

12 de mayo de 2007

la chica de la camiseta rosa (cómo escapar de la casa de espejos)

La chica de la camiseta rosa se merece un final feliz, uno de esos de cuento de hadas. Si crees que la suerte es una brújula, el azar brillando allá arriba como una estrella polar, entonces eres capaz de empeñar tu futuro con tal de revivir tu pasado; apostarlo todo al negro es una postura más conservadora de lo que imaginas, y que aciertes la próxima canción no implica la vida eterna. Porque la verdad no está hecha para ocultarla en los bolsillos, hace varias noches los traspasó con un ruido sordo, y ahora se derrama sobre tus rodillas, con grave riesgo de inundación. Decían, la mejor posición siempre es la primera fila, al pie del escenario, y mientras sonreían nos daban un telescopio y un par de grilletes a cada uno. Tú interpretabas tu papel con cualquier voluntario que se ofreciera, como el mejor mimo del mundo, y a mí me tocaba la parte logística y el aprovisionamiento emocional; te sentías muy importante cuando decías esas dos palabras en concreto, con los ojos como témpanos. Afortunadamente, no tardaron en descubrir nuestro juego, somos incapaces de mantener la boca cerrada, y en ese momento la culpa y el rencor acababan de salir al balcón a fumar mirando a la luna. No nos quedó más remedio que quitarnos las máscaras, y bueno, todos los chicos se quedaron mirándote, y yo sabía exactamente lo que estaban pensando, ese dolor tan poco frecuente. Esa certeza de que hay personas destinadas a permanecer para siempre en otro espectáculo privado, para el que no tenemos invitación. Te cedí el paso al abrir la pesada puerta, y aún sentía esas miradas mientras nos adentrábamos en la noche fría.

5 de mayo de 2007

portadas

Me confesó que le gustaba pensar en los momentos clave de su vida como si fuesen portadas de discos, con esa especie de guiño, de promesa de eternidad. Pase lo que pase, me dijo, son instantes fabricados para permanecer cuando todo lo demás a tu alrededor se derrumba y ni siquiera tu sombra puede seguir tus pasos. Así que iba dejando tras de sí discografías completas, baldosas amarillas, un mapa físico y tangible para cualquiera que pretendiese tomar el mismo camino. Y no ponía restricciones de ningún tipo, tan sólo buscaba no repetir los mismos errores una y otra vez, no volver a detenerse en estaciones poco recomendables; y ésta era la mejor idea que se le había ocurrido, tan válida como un puñado de tatuajes, sólo que un poco más privada. Una noche sin llaves ni cerraduras de guardia, quiso recompensarme por no haberme retirado cuando las apuestas empezaron a dispararse; apagó las luces y tomándome de la mano me guió por su sendero de los discos, recorriendo cada una de las cicatrices que habían contribuido a la causa. Esa noche entendí todos los motivos, incluso los que no necesitaba entender. A la mañana siguiente, no me sentía con el valor suficiente como para afrontar la lluvia, así que me limité a preguntarle si nuestro encuentro supondría una nueva portada para la colección.