21 de diciembre de 2005

fin de trayecto

Pensé que sería más sencillo. Me sorprendía cómo todos se acercaban a ti en actitud casi de oración, hablándote de cosas imposibles y el otro lado de la luna. Yo nunca pude. Yo sólo quería jugar contigo, acercarme de puntillas y soplarte el flequillo mientras dormías. Entendía que eras como una puerta, una llave hacia nuestro trozo particular de cielo. Donde cabíamos únicamente tú y yo, incluso un poquito apretados si fuera estaba nevando. Por eso no me arrepiento de nada, de ningún momento que compartimos, como nadie lamenta haber sido niño, haber jugado con la arena. Ya que volver a vivirlo es imposible, al menos me gustaría que esos instantes, que ese tiempo no arda cuando toque hacer limpieza, que no sea un lastre cuando tu corazón pese demasiado de tanto amor y sientas que te cuesta seguir avanzando. Ahora me he dado cuenta, al final he comprendido que fui feliz en ti, en esa estación, en ese amor que creamos. Pero los abrazos sólo duran para siempre si se alimentan a diario, y es imposible construir un puente sólo desde un lado del río. No permitamos que aquello muera de hambre. No se lo merece. No nos lo merecemos. Mantengamos una vela encendida por si algún día volvemos a coincidir a oscuras entre las páginas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El problema es que para eso se necesitan dos personas.
Y a veces uno de los dos no protege bien la llama...

Anónimo dijo...

Where did you find it? Interesting read »