22 de noviembre de 2004

abecedario

Los aviones de papel aterrizan en la papelera mientras crecen mis ganas de conocer el último verso que duerme entre los pliegues de tu bufanda. Necesitamos un tendedero sin cuerdas y unas tijeras con la punta redonda, hojas sueltas de un calendario antiguo y una estrella que nos quepa en el bolsillo junto a tu mano y la mía. La tarde suena a carpetas amontonadas y caramelos flotando en una taza de café. Tu mano transmitiendo información a la mía a través de un centímetro de aire y preguntas sin respuesta. Recuérdame cada promesa que no voy a romper. Pídeme que te rapte y huyamos a ese bar en el que la última ronda es siempre gratis, al banco bajo el árbol de todos los inviernos de mi vida. Todavía no ha empezado a nevar y ya me apago sin ti; nunca entendí la lógica que encierra tu forma de aparecer en cada pequeña escena, como un marcapáginas en ese libro que tuvo demasiadas visitas y segundas oportunidades. Tengo una caja vacía de cuentos que contarte; cuando quieras regalarme consonantes, pídeme a cambio una vocal.

13 de noviembre de 2004

All God´s Children

Cinco metros. Tan sólo cinco metros me separan de ti, y yo intento reducir esa distancia mirándote, casi veo mi mano rozando la curva derecha de tu cuello. Esa zona siempre me resulta un misterio, algo que no consigo dibujar con los dedos, y aparece ante mí cada vez que escuchas con atención. Inclinas un poco la cabeza y yo desciendo desde el lóbulo hasta la clavícula, memorizando la única geografía que realmente merece la pena; todo lo que necesito saber está escrito en dos palmos de piel. Probablemente tú no te habrás dado cuenta, pero a veces incluso el aire se detiene y todo se congela durante el tiempo justo para que te apartes un mechón de pelo. En eso consiste también el secreto: a los ojos de cualquiera, tan sólo somos dos personas separadas por baldosas y bancos de madera. Vistos de cerca, nos parecemos más al sol y al niño que intenta acariciarlo desde la playa.

2 de noviembre de 2004

Princesa herida

Termina la cuenta atrás y otra vez estás sentada en el borde, con una pegatina en la chaqueta y sonriendo a todos los chicos que te miran desde arriba. Peleando con un portero para que te deje entrar sin pagar, haciéndote pasar por la novia de un chico que luego intentará algo más, difuminando el maquillaje. Es tu espejo el que devuelve amplificado el brillo en tus ojos, es tu bolso el que desapareció mientras mirabas hacia otro lado. Hay una capa de cera que se derrite, un muñeco de novia sin cabeza sobre la tarta, una visita no deseada a los servicios. Un tacón que se rompe y un pendiente que se pierde. Es el precio, la llave que abre la puerta del desván, en cada beso una promesa con un pequeño alfiler. Demasiado tarde para descubrir que el futuro no es vivir de prestado en una caja de cerillas.