30 de enero de 2004

Billete de vuelta

A menudo no nos dicen lo que queremos oír. Nuestra mochila, cargada de lunas en la playa y árboles del parque se puede convertir en un espejo que devuelva la imagen deformada. Los restos de chicle y colillas que encuentro en los peldaños de tu escalera son fotogramas perdidos sin lógica ni memoria. Para conseguir un pedazo de emoción no basta con rellenar unos cuantos folios, ni con poner los dedos de una forma determinada sobre el piano. Así sobrevivo, pero no llego más allá. Por eso cada frase es un esfuerzo único, una idea que vuela, un intento de recomponer las viejas fotografías que ya rompí un día. Dejo la chaqueta mojada en el perchero, me quito los zapatos, aflojo el nudo de la corbata. Me abro en canal buscando algo que decirte. Intento escribir lo que no dije, contar lo que no hice. Pretendiendo magnificar los recuerdos como quien riega una flor arrancada hace un minuto. Otras veces no es así, y en lugar de versos de plástico puedo ofrecerte juguetes de metal hechos a mano, con mecanismos rígidos y belleza desnuda. Pieles de manzana aún brillantes tras haber disfrutado del fruto que esconden. Después me levanto de la vieja silla de madera, cojo la chaqueta y voy a tu salón, para mirarte mientras planchas tus alas y unos vaqueros desgastados.

28 de enero de 2004

Sonrisa, ráfaga, collar

Róbame el aliento sin pedirme permiso, ahora que estoy convencido de apostarlo todo al número ganador. Déjame susurrarte cada brizna del acorde que inventé para ti, mientras hojeas una revista sin páginas interiores. Dame algo de tu tiempo, porque el mío dura muy poco cada día. Y busca debajo de las sillas, por si encuentras las puntas de los lápices que rompo al dibujarte.

26 de enero de 2004

Se alquilan disfraces

Juguemos un rato a que nos conocemos desde que tenemos memoria. Siempre hemos estado ahí, descubriendo el mundo juntos con los ojos aún limpios. Dame un beso inocente con sabor a caramelo, y treparemos al árbol desde el que no se oye el ruido de la ciudad. Déjame las yemas de tus dedos para tomar tus huellas dactilares, por si el frío de enero te las borra. Yo te presto mi taza del desayuno decorada con retales de otras vidas. Después nos zambulliremos en las nubes más esponjosas que veamos desde el banco de la plaza. Si nos atrapa el reloj de arena nos fugaremos con cubiertos de plástico y el mantel a cuadros que cogimos prestado de aquella película en blanco y negro. Sentados en el tejado averiguaremos hacia dónde vuelan los pájaros que huyen de la realidad. Inventaremos reglas y juegos que nos hagan compartir un lenguaje secreto, para que nadie sepa hasta dónde podemos llegar. Aprenderemos a no hacernos daño y a pedirnos perdón sin que cueste tanto. Nuestras espadas de madera arrancarán las hojas del calendario y el barro de mis botas, mientras las mangas de tu camisa abrazan mi cinturón en la orilla del río. Recuperemos los recuerdos que nunca tuvimos.

23 de enero de 2004

Inventario

Hay gente esperando a los semáforos en rojo para ver la vida que cruza un paso de cebra. Hay empleados en oficinas sin ventanas, hay peces en la bañera y cosas que conviene callar. Sobre la alfombra azul del dormitorio desfilan todos los sueños que escapan aprovechando tus noches en vela. Hay un pétalo de rosa atrapado entre las páginas de un libro de poemas. Hay desayunos fugaces como cámaras de fotos desechables, y hay una mujer asomada al balcón sabiéndose admirada. Hay un hombre que habla a voces junto al estanque del parque, y hay niños jugando en toboganes y columpios que se ríen. Hay días de perros y noches de boda, hay mantas en el suelo junto a los grandes almacenes, y un mimo y tres músicos. Hay miradas que queman y palabras que no cuesta nada decir. Sonido de tráfico y televisores encendidos, ruido de platos, vasos chocando, el agua de un grifo abierto y una puerta que se cierra. Hay besos que duelen y gente que muere sola, y también hay ganas de verte al final de la semana.

20 de enero de 2004

Credenciales de posesión... qué tontería

Este tiempo sin verte se transforma en el poema inacabado que alguien olvidó entre sus papeles. Los días no mueren con el atardecer, y la luna no sale cada noche para esconderse del sol. Las cosas más tontas vuelven a parecerme tontas, ya no tienen magia. Sin ti no hay más leña que la que arde, ni más ojos que los tuyos, ni más miel en mis labios, ni más sueños robados. Porque cuando te vas dejas un vacío que nada llena, y tu ausencia es más grande que todas las presencias. Pienso que nunca conoceré el lugar donde nace ese brillo con que miras salir los autobuses que te podrían llevar a otras ciudades, a otros mundos. No me vas a dejar comprobar si tu boca es suave a cualquier hora. A veces pienso que nunca me sufrirás; el camino es demasiado largo y tortuoso. Nunca sabré si soy dichoso, si maravilloso o si terrible. Será mejor así.

19 de enero de 2004

Frases pronunciadas y calladas

En la pared el reloj marca la hora equivocada. La lluvia ha dejado la arena de la playa con tacto de exilio y vuelta a casa. El mar y el cielo se mojan entre sí. Más allá, entre las rocas, madera y ropa. Restos de un naufragio. El espejo devuelve la imagen distorsionada, y vuelve la sombra de la araña a oscurecer el futuro: hace años no necesitábamos cadenas. Las gotas se enfurecen tratando de atravesar el cristal. Ya no veo más allá de tus ojos: la luz se marchó envuelta en la noche. No queda nada. En la orilla, los tablones ya no se aferran a la realidad, y emprenden el viaje de las cigüeñas. El oscuro tiempo nos arrastra implacable. El ruido de la calle es sólo mi alma gritando. Quiero irme, pero ella me sigue: el nudo de la soga es difícil de soltar.
Qué bien te queda ese jersey rojo. No me sonrías. No me apuñales. Vete, pero poco. Dame un respiro, quédate, pero disimula. Cómo pesan tus recuerdos sobre mi espalda. No te vi el otro día, a la salida de clase; cuéntame algo, ahora tengo Física, dos horas seguidas. Cuando te ríes, el mundo se llena de dientes. ¿Qué tal con tus amigas? El viento se llevó las ropas de la playa, el tiempo te hace cada día más necesaria. Voy a tener que poner el reloj en hora, no te muerdas las uñas. ¿Otra vez sin clases? Nos han dejado solos, no andes tan rápido, ha parado de llover, disculpa, ¿tienes fuego?. En la playa hace frío, te llamo el martes, el tiempo lo dirá, soy demasiado exigente, no voy a poder ir, he quedado con una amiga, has dado en el clavo, ponte bien el cuello de la camisa verde, qué miedo da el mundo cuando se refleja en tus ojos. No llores, es culpa mía, ¿crees que funcionará ese extintor?, déjame un libro que te haya gustado, no hace falta que me acompañes, sólo me siento bien a tu lado, quédate con lo bueno. Qué difícil es desprenderse de tu presencia.

18 de enero de 2004

Pausa publicitaria

El placer de entenderlo todo de golpe, como si alguien encendiera inesperadamente la luz en una habitación oscura. Pasamos los días de frío dando vueltas subidos en una noria súbita, con sabor a menta y apariencia de noche de sábado. El recorrido de tu razón descubre el mundo de forma auténtica por primera vez. Me pierdo como una maleta negra en una terminal de aeropuerto y saltan las alarmas que olvidé desconectar. Los pomos de las puertas ya no sostienen las noches de miel, y las temperaturas se adaptan a la soledad del espejo del baño. Es difícil dormir cuando se tiene la sensación de que el tiempo se acaba. Subestimamos nuestra propia capacidad de darnos a quien amamos. Buscamos un mundo más cómodo, incapaces de mantener nuestra palabra durante cincuenta días, y reinventamos definiciones ya pronunciadas para evitar caer en clichés que nos enseñaron cuando éramos niños. Hoy tenemos otra oportunidad, y ya nos quedan pocas. Hagamos un esfuerzo y hablemos desde el corazón. Quizás no nos salga tan caro como pensamos.

17 de enero de 2004

Para qué tanto

Qué sentido tiene pensarte, buscarte, esperarte. Tal vez ya no seas la misma, seguro que yo no soy el mismo, pero eso siempre te dio igual. Y encontrarte una noche de fiesta encendiendo un cigarrillo a solas, o echando un vistazo sin interés a un puesto ambulante. Para qué sirve. Qué sentido tiene. Y estar ahora pensando en ti y escribirte esto, mientras probablemente tú duermes ajena a todo lo que no eres tú. O imaginar encuentros fortuitos y citas imposibles en días nublados, conservar recuerdos y sensaciones en vez de fotos y pulseras. Tocarte el codo, llamarte por el nombre. Sentir el temblor de mi voz y mirarte a los ojos para ver qué escondes al mundo. Y luego cuando te marchas quedarme en una nube negra, y buscar, buscar, pelearme con mi mala cabeza. Fingir que no pasa nada, ponerme la careta sonriente, y pedir otra copa; mezclarme con el ruido y las luces. Y pensar en el siguiente encuentro. ¿Para qué sirve tanto?

Celda

Por qué cuando pienso en ti duele. Siento un pinchazo, un temblor, un escalofrío, se me cierra la garganta y no me deja hablar como quisiera. Eso no se controla. Puedo amaestrar la mente, autoconvencerme de que me haces mal, prohibirte un sitio en mi corazón, buscarme una vía de escape para cuando me acosa tu fantasma. Pero no consigo evitar esa borrachera de sensaciones cada vez que te veo. Cómo hacer para que te alejes de mi alma.

Por voluntad propia

Tiene los ojos grandes
para no perder detalle de lo que pierde.
Tiene el pelo corto y la certeza
de que se le escapan los trenes
que la puedan llevar lejos de sí.
Tiene un pinchazo de dolor
por cada espina que se ha clavado,
y la sensación de soledad
anclada en los tobillos.
Tiene amigas (eso dice)
en las que no confía,
y tiene soldados (eso olvida)
que se preocupan por ella
hasta cuando ella misma se despreocupa.
Tiene sueños, labios, ideas, dedos,
luces, nariz, sombras, canciones,
alma, tristeza, talento y cuello.
Y no se da cuenta del misterio que supone
adentrarse en ella
atreverse a descubrirla.

Frío polar

El miedo es eso que siente quien cree injusta su situación. Miedo a perder lo que se tiene y lo que no. Miedo a sentir miedo. Eres adicta a la soledad, a torturarte, a pensar de más y quererte de menos, sucia del club de los sueños rotos antes de que tengan ocasión de cumplirse.
Conformista en negativo, pesimista del arco iris, caminante bajo la tormenta, jugadora solitaria, presumida por vocación, alma de tango, triste autosuficiente. Arquitecta de burbujas de irrealidad. Reclusa de tu propia mente. Triste sin motivo.

16 de enero de 2004

Física y Química

El trabajo que me cuesta describirte tiene una gran ventaja, porque mientras lo hago estás sentada a mi lado, y yo voy cambiando tus tazas vacías de té y tus cigarrillos por flores que no existen pero que vamos inventando sobre la marcha. El otro día, en pleno eclipse de besos prestados, sentí un rayo azul pasar por mis dedos al rozarte el brazo; eso me demuestra que eres energía necesaria para seguir respirando. Mis ganas de verte se cruzan con mis exámenes pendientes en vagones de metro desocupados, y me paraliza tu blanco nombre como las gotas de lluvia en el escaparate de la esquina, donde compras collares de cuentas y pagas con pedacitos de tus sueños. Esos que no se acaban y en los que nunca salgo yo.

10 de enero de 2004

Café con leche y abrigos

El cielo es algo que hemos inventado para describir lo que sentimos al amar. Todo lo que vemos sobre la mesa son barajas usadas cuyos trucos conocemos, y con las que siempre hacemos trampas para perder. De vez en cuando nos asomamos a la ventana que da al patio interior para descubrir que tenemos ideas que ocultar, caminos que desandar, frases que callar y gestos que olvidar. Ahí fuera siguen las nubes amenazándonos con limpiar nuestra mirada. Pero todavía tenemos cosas en común y no lo sabemos, todavía debo memorizar las maneras que tienes de salirte siempre con la tuya. Así que no te marches todavía, que no has traído paraguas.

8 de enero de 2004

el olvido es una mancha de café en el cuello de tu camisa.

Tiempo muerto

Cada noche vuelvo a ese lugar entre tu cuello y mi alegría. La única razón para tirarle piedras al sol, y el rincón donde me refugio de la tormenta. Llenas las sábanas de pájaros que son tus manos en mi pelo, y tejes con media sonrisa una barandilla a la que asomarme. Pasaría el resto de mi vida abrazado a ti, soltándome sólo para contarle al mundo la verdad sobre el cielo. Detengamos la rutina cinco minutos, ahora que nadie nos ve.